Mi abuela materna, Cinta, era aragonesa, de Caspe, pero
vivió en Alcañiz, provincia de Teruel. Teruel existe y nosotros pasamos
nuestros mejores veranos de la infancia, allí. Ahora vamos, cuando podemos, a
ver a grandes amigos que viven allí. Es lo más parecido a nuestro pueblo. Porque,
según mi hija, necesitamos un pueblo. Somos demasiado urbanitas, así que, en
Alcañiz, disfrutamos del campo, de las
huertas de los amigos, y de la vida en un pueblo grande, donde parece conocerse
todo el mundo. Todo lo contrario de lo que pasa en Madrid.
Pero hay pueblos en Teruel, como en el resto de España,
que parecen a punto de desaparecer. El trabajo en zonas rurales es escaso, lo
jóvenes se van a grandes ciudades. Y Oliete era uno de ellos.
Fenicios, iberos y romanos plantaron allí olivos, ahora
milenarios, por la calidad de su tierra. Pero llevan años abandonados, sin
cuidados terminarán desapareciendo por plagas, sequías ó los “chitos”, ramajes
que nacen en la base del tronco, roban sus recursos e impiden que crezcan
normalmente. Unos chupones.
Y de la iniciativa social, de la buena voluntad y el
emprendimiento por mejorar su pueblo, surge APADRINA UN OLIVO. Con
ayudas voluntarias, padrinos de cualquier rincón, recuperan el campo de Oliete,
sus olivos y su pueblo vuelve a tener vida y trabajo.
Como mis suegros se conocieron recogiendo aceituna en los
campos de Jaen, como nos encanta el aceite, como con Agropopular
aprendo del campo todos los sábados, tengo una lista de canciones al olivo y
necesitamos un pueblo, hemos apadrinado un olivo. Sí, el 3126, y podemos
visitarlo, ayudamos a que no desaparezca y, una vez al año, nos mandan aceite
de esos campos.
Y, después de un cónclave familiar, le hemos puesto
nombre, Nuestro olivo se llama Oliver. Sin más vueltas ni explicaciones.
Los niños quieren organizar un viaje para conocerlo en persona,
el padre dice que ya sólo me falta escribir un libro, y yo estoy encantada de
haberles sorprendido con esto. Aunque ya los tengo acostumbrados, porque, el
año pasado, apadrinamos un pingüino de la Antártida con la
Campaña Antártica, se llama Vaina, y tenemos su foto y nuestro
diploma de compromiso para cuidar el medio ambiente.
-“Mamá, lo siguiente, es adoptar un perrito abandonado.”
Esto va a requerir mucho más que un cónclave y una sorpresa. Dos a favor y dos
en contra. Niños contra padres. Mucha tela que cortar.
Ah! En el chat de mis amigas favoritas, hay paisajes que
nos evocan momentos soñados, viajes en barco, conciertos para adolescentes, una
estrella de la televisión, próximos cumpleaños y santos y, lo más importante de
todo, una fecha. El día que vamos a juntarnos. Ya puede venir el otoño con 30
grados, que esa reunión de amigas, va a ser de lo mejor de esta nueva estación.
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